22 de septiembre de 2012

Capitulo I Confesiones de una cálida mañana

En el cenicero humeaba lo que quedaba del cigarro que se había consumido mientras yo plasmaba mis sentimientos debido a un arrebato de valentía.

En mi cara asomaba una incipiente barba de dos días y unos ojos hinchados y teñidos de gris debido a las lagrimas derramadas y a lo poco dormido por buscar la forma de llevar a cabo aquella afrenta.

Me dispuse a desayunar, hoy era un día duro, lo sabia, pero debía armarme de valor para disponerme a realizar mi reto. Café con tostadas y nocilla... era lo que siempre te preparabas,  incluso se me había pegado tu estúpida manía de doblar las tostada para untarla en la leche.

Mire a mi alrededor, un pequeño piso de 40m en el que se observaba que el orden no era mi mayor virtud, clavé la mirada en el escritorio que había junto a la ventana, en él se veían los muchos folios que habían servido de papel en sucio la noche anterior.Aquel piso era pequeño pero hubiese jurado que había veces que se me quedaba muy grande. Mire el reloj, las 10:15, ¡Mierda! parece que me había entretenido demasiado.

Desayune tan rápido como pude, me duche y me vestí con mis mejores galas, hoy era el día, sabia que en cuanto saliese del portal no habría marcha atrás.

Era una mañana cálida, se notaba que era temprano, la ciudad no había despertado, solo se divisaban un par de madrugadores por las calles desiertas.Doble la esquina, me pare un momento y reflexione, estaba a menos de 20m, tenía que tenerlo claro, pero la verdad es que mi cabeza era un mar de dudas y miedo. Avancé y al poco resonaron en mi cabeza aquellas palabras de un viejo consejo "Es mejor haber amado y perdido, que no haber amado o intentado", mire al cielo y suspire, abrí la puerta de la cafetería y allí estaba ella tan puntual como siempre con su sonrisa y su café.


Continuara...

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